Obediencia, cuántos crímenes se cometen por tu causa
La obediencia es una virtud que se fomenta en todos los niños del mundo desde que empiezan a hablar. Los padres son felices con sus hijos obedientes hasta que, cuando en la adolescencia dan muestras de querer ser independientes, les invade la zozobra y el desánimo.
No hay mejor alumno que el obediente, proclaman los maestros. No importa que aprendan poco, lo importante es cumplir con el plan de estudios. El díscolo, el distraído, el que mete vicio y hace chistes, ese es el alumno problemático y si, encima, rinde bien en los exámenes, es un prospecto de adulto conflictivo, mala gente y hasta subversivo. Por eso, muchos -más de lo que se sospecha- siguen aplicando la vetusta regla de “la letra con sangre entra” en un sistema educativo sumamente autoritario
La obediencia es una virtud tan grande que no se explica por qué los padres de la Iglesia no la consideran una virtud teologal, al nivel de la fe, la esperanza y la caridad. Porque, ¿el pecado original no fue una desobediencia a Dios, que trajo como consecuencia todos los males del mundo, incluidos crímenes, guerras y genocidios? De ahí que la Santa Madre la haya inoculado en la mente de la cristiandad desde hace veinte siglos: “ora, calla y labora”.