De la crisis destituyente, a un nuevo arreglo de poder
Por: Aída García Naranjo Morales*
Cien años después (1921) en que según el historiador Jorge Basadre se abría la “promesa de la vida republicana”, en que el Perú sería dueño de su propio destino, sin la imposición de una nación remota (España), y tendríamos una nación de ciudadanos. Fueron las luchas entre caudillos y las sublevaciones militares lo que Basadre señalaría como la causa de una “evaluación desencantada” del primer centenario de la Republica.
Cumplido el Bicentenario (1821-2021), tenemos exclusión, desigualdad y corrupción como características estructurales, de un inacabado proceso de construcción nacional, en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional (TI), el Perú ocupa el puesto 121 de 180. Junto a ello tenemos el orgullo por nuestros excepcionales recursos naturales, nuestra milenaria diversidad cultural, nuestro destacado boom gastronómico; tenemos progreso económico de minorías y derechos no ejercidos por todos, un estado patrimonial y un modelo extractivista no superado, basado en la explotación, hasta el agotamiento: del guano, el salitre y el caucho, al que seguirían el cobre y el litio. Y en estos 200 años, ni la ley ni la justicia han sido, ni son iguales para todos.