Defender la Casa de la Literatura
Por: Víctor Vich
No es solo una crisis política la que vive el Perú; no es solo una crisis del sistema institucional; no es solo una crisis de un modelo económico (una forma de vida) que parece haber traído más corrupción. Es, sobre todo, una crisis cultural, una crisis que tiene que ver con una sociedad que ha dejado de ser una sociedad, con una sociedad que ha perdido completamente toda idea de la vida colectiva. Es una crisis que tiene que ver con un pragmatismo totalizante al que no le importa haberse desentendido de lo que sucedió en la historia, en la filosofía y en la estética entendida como la disposición para sentirse interpelado por lo desconocido. Más allá de todas las heridas que vienen del pasado, de una desigualdad que persiste, de la avaricia institucionalizada, de la falta de empatía con el otro, de la reagrupación oligarca, de la nueva ola conservadora, de los Ministros ineptos, de la mafias legales e ilegales, y de los nuevos sicarios, algunos psicoanalistas dirían, con acierto creo yo, que el deterioro de la vida en el Perú muestra una crisis del vínculo social.
No hay vínculo social cuando todo está economizado, cuando todo es puro cálculo, cuando todo es medido por el solo interés individual y por la rentabilidad efímera. No hay vínculo social cuando unos muertos importan y otros no. El vínculo se pierde cuando la desigualdad se legitima día a día, cuando “cada uno baila con su pañuelo”, cuando todo el mundo se engaña e intenta sacar provecho del otro, cuando algunos se arrogan el poder de tomar decisiones sin consultar a nadie. La democracia, nos enseñaron desde el colegio, implica algún tipo de participación y la participación es el intento (al menos mínimo) por consultar a los representados en la toma de decisiones.