La economía heterodoxa como un marco alternativo para la planificación y gestión urbana de las ciudades peruanas
La vertiente dominante de la disciplina económica, conocida como economía neoclásica o economía ortodoxa, ha colonizado de manera deliberada la mayoría de las ciencias sociales. Los estudios urbanos no han sido la excepción. Así, las categorías analíticas de la economía neoclásica se han incorporado en gran medida acríticamente al discurso y la práctica de los estudios urbanos. Desde hace tres décadas aproximadamente, la economía ortodoxa ha dominado el debate y la formulación de políticas públicas en el Perú. Esta columna, busca, en primer lugar, dilucidar de manera muy breve el marco conceptual del pensamiento económico dominante, para luego presentar el impacto que ha tenido en la planificación y gestión urbana de la ciudad de Lima. Se concluye presentando un marco económico alternativo para la gestión urbana en el país.
La economía ortodoxa centra su atención en la asignación óptima de recursos escasos, cuyos pilares teóricos son la elección, o preferencias, de los agentes económicos, los cuales son altamente racionales. Es decir, se ven como consumidores que maximizan su utilidad, o satisfacción, y como empresas que maximizan sus ganancias. Todo ello sucede en un escenario de competencia y escasez en el cual la oferta, la demanda y el sistema de precios se ajustan generando equilibrios. Bajo este enfoque, cuando se estudia el espacio urbano y las ciudades, se parte de asumir que la elección y localización espacial son procesos racionales, producto de un “equilibrio espacial”, que es representado matemáticamente (Glaeser, 2008). La pobreza urbana es vista, bajo esta perspectiva, como el resultado de individuos pobres eligiendo vivir en determinadas ciudades y no como un producto complejo del funcionamiento de las ciudades como una totalidad (Glaeser, 2008). Asimismo, la informalidad urbana es explicada a partir de la existencia de una informalidad voluntaria, racionalmente elegida, producto del inadecuado arreglo institucional (Maloney, 2004) y/o una pobre gobernanza (Loayza, 2016). Estos dos son considerados rasgos estructurales de los países en vías de desarrollo. Como se puede apreciar, estos acercamientos conceptuales, caracterizados por su excesivo formalismo y apriorismo, no generan explicaciones relevantes del problema urbano y muchos menos de la totalidad social del país.
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