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Vargas Llosa: ¿cisne o lechuza?

Como lector me resulta interesante comprobar que, en un arco de 62 años, al comienzo y al final de su carrera literaria, Mario Vargas Llosa escribe sendos cuentos en los que el protagonista es un anciano. El primero, titulado “El Abuelo”, fue publicado en “El Comercio” de Lima, en 1958, y sería incorporado a la colección “Los Jefes”, publicada al año siguiente. Es un cuento breve, escrito en tercera persona, con un narrador omnisciente, que narra la celada que tiende un anciano a su nieto, al que se refiere como al “niño”, sin nombrarlo.

Siendo un novato de 22 años, Vargas Llosa, no tenía la experiencia vital ni las armas para crear un personaje dotado de sentimientos y pensamientos, pero como los buenos narradores, elaboró una intriga que queda flotando en la mente del lector al terminar la lectura, el llamado punto ciego de la historia, al que se refiere Javier Cercas: ¿cuál o cuáles pudieron ser los motivos que tuvo el abuelo para ese comportamiento censurable contra su heredero? ¿Venganza por algún maltrato sufrido? ¿Profunda envidia con los que quedarán en el mundo, mientras él devendrá en calavera? ¿Protesta contra las nuevas generaciones con las que ha roto la comunicación, pues lo creen loco?

Vargas Llosa: ¿cisne o lechuza?




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