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Multitudes provincianas: entre la esperanza y el desprecio

De pronto, en apariencia súbitamente, las multitudes populares comenzaron a salir a las calles y caminos en muchos lugares del Perú a protestar, como un movimiento que se comunicaba de un sitio a otro. La respuesta de los titulares del gobierno fue tratar de pararlos a balazos y abatieron a unos 55 jóvenes.

Pero las multitudes no se calmaron ni acorbadaron. Al contrario, sin perder la serenidad continuaron su protesta en las calles, plazas y carreteras. Y luego, innumerables delegaciones de ellas se embarcaron en cuanto vehículo pudieron o se desplazaron a pie por las carreteras en dirección a Lima. Una vez en la Capital, marcharon por las calles y avenidas hasta que fueron contenidas por miles de policías de choque y bombardeos con gases lacrimógenos. Tal cantidad de policías en las provincias y Lima le permitió a la ciudadanía enterarse que está cercada por un régimen policiaco, como en un campo de concentración.

Multitudes provincianas: entre la esperanza y el desprecio




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